El hormigón que utilizaron los romanos en la construcción de sus mayores obras de urbanística y arquitectura es todavía un misterio para el mundo moderno. Las obras que más han asombrado a los científicos son los diques marinos que han resistido por siglos la fuerza del mar sin mostrar signos de erosión como las construcciones actuales.
¿Qué es el concreto romano?
Este hormigón romano se empezó a utilizar cerca del año 200 a.C durante la llamada “revolución del hormigón”. Y es el material principal por el que están construidas cientas de las construcciones romanas que aún perduran en nuestro mundo.
Estas obras de destreza y proeza arquitectónica y de ingeniería son algunas de las construcciones antiguas de la humanidad que conservan tal nivel de integridad comparada con su complejidad. El puente Fabricio, que data del siglo I a.C. es hasta el día de hoy (más de 2000 años después) totalmente funcional. Cruza el río Tiber y conserva consigo una gran funcionalidad.
Pero este no es el único ejemplo. El Coliseo, a pesar de su parcial destrucción, conserva hoy una gran integridad en su fachada. Igual es el caso de decenas de puentes a lo largo de Europa que siguen siendo, muchos de ellos, funcionales para la humanidad moderna. Además, las vías y acueductos, que demuestran un gran esfuerzo de ingeniería combinada con un material sorprendente que las hace perdurables 2000 años después de su construcción.
Algunos de los secretos del concreto romano
Hemos de resaltar algunos de los “trucos” que utilizaron los romanos para asegurar que su material estuviese protegido del desgaste.
En este respecto, el uso de los arcos y cúpulas no es un simple efecto arquitectónico. Estas formas permitieron, como resaltan aquellos geólogos e ingenieros historiadores, que el concreto resistiera la compresión y tensión de las estructuras y, a su vez, minimizara la cantidad de reparaciones que necesitaba.
Además, el colosal tamaño de las construcciones es en sí mismo un truco de los romanos que le permitía a la edificación resistir el embate del ambiente. Este principio de ingeniería sigue siendo utilizando hoy, en el que el concreto que recibe la tensión de la fuerza del agua es soportado por su gran tamaño y estabilidad que le da el mismo peso de la construcción que soporta.
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¿De qué se compone el concreto romano?
En términos generales, la humanidad no conoce la receta exacta del concreto romano. Sin embargo, hemos recolectado con los años algunas pistas de su composición.
Las primeras de ellas se encuentran en De Architectura, del arquitecto Marco Vitrubio, de la época de Julio César. Y, con el paso de los años cientos de geólogos, arquitectos e ingenieros han dedicado su trabajo al estudio de estas obras históricas.
Gracias al estudio de ellos hoy sabemos que el hormigón utilizaba una mezcla que cristalizaba la ceniza de la roca volcánica para crear un material sólido que se endurecía con los años. Además, entendemos con mayor profundidad el rol que cumple la sal marina en el proceso de endurecimiento, siendo también un material menos agresivo para el ecosistema.
En otras palabras, la composición del concreto romano era altamente ingeniosa. Por un lado, los escritos demuestran que tenían un sistema estudiado parecido a la ingeniería de mezclas hoy trabajada. Conocían la importancia de la relación Agua/concreto para prolongar su durabilidad y asegurar su resisten
Por otro lado, los romanos utilizaron una combinación específica que aprovechaba la química natural para hacer construcciones altamente duraderas. La mezcla incluía cal + cenizas volcánicas + agua y concreto para asegurar que los Diques Marinos tuviesen la mayor durabilidad. Para esto, los romanos echaron mano de un mineral altamente extraño conocido como “tobermorita aluminosa”.
El proceso químico que posibilita esta durabilidad y resistencia, en términos sencillos, depende del contacto de las cenizas con la sal del agua marina. El agua se filtra en los rompeolas y diques y activa una reacción que endurece las cenizas volcánicas y fortalece la construcción en sí. Además, esta sustancia fortalecedora se cristalizaba en la cal y producía un cimiento durable y resistente al embate marino.
Este secreto fue descubierto por un grupo de investigadores en 2017 y publicado en un artículo denominado “Phillipsite and Al-tobermorite Mineral Cements Produced through Low-Temperature Water-Rock Reactions in Roman Marine Concrete”